27 sept 2011

Ahora fue a la Basílica



Luego de la lamentable noticia del robo de la estatua en madera de San Benito de la Basílica de nuestra ciudad, aquí tenemos una carta frente a este hecho que nos duele a todos:




El patrimonio histórico  y cultural de Paysandú, se ve permanentemente atacado por el vandalismo o el hurto.
Así ha sucedido con varios monumentos, como el de La Madre, el de Artigas de la Plaza Acuña, el de Gabino Ezeiza y la pieza de cerámica ornamental de la fuente de la Plaza Artigas y por supuesto, el de los huesos del General Leandro Gómez.
Así y todo, el hurto tiene un destino por lo menos comprensible, el hacerse de dinero con la venta del material, generalmente bronce, o el de la pieza misma a coleccionistas, tan delincuentes como el ladrón.
El vandalismo sí es incomprensible y tiene múltiples formas que van desde escritura de frases en las paredes de los edificios públicos o privados, con mensajes estúpidos alusivos al fútbol, otros con insultos a no se sabe quién o con confesiones de frustraciones amorosas, a los que se le vienen sumando ahora los de los cumpleaños, hasta la rotura o destrucción total de bienes muebles o inmuebles que pertenecen a toda la sociedad.
Paysandú se destaca por este vandalismo sin razón, que representa la pérdida de valores de su sociedad y la falta de respeto de algunas personas por las cosas que significan símbolos para otras.
Ahora fue a la Basílica y a la grey católica a los que robaron, pero es a la comunidad sanducera toda a la que atacaron.



Saludos.









16 sept 2011

Verdaderamente Lamentable


TIENE CASI 200 AÑOS
Hurtaron antigua
pieza de la Basílica


La figura de San Benito de Palermo tallada en madera, obra de casi 200 años de antigüedad, fue robada desde el interior de la Basílica sanducera, ilícito que se presume fue planificado, puesto que el objeto no se encontraba a simple vista. Además, el o los autores del hurto actuaron con “prolijidad” ya que no causaron desor den sino que “sacaron lo que iban a buscar”, dijo una fuente cercana a la investigación.
La maniobra fue consumada en la mañana de la víspera y descubierta a media mañana cuando colaboradores de la Parroquia notaron que el cerrojo de un pequeño salón, situado a la derecha de la entrada principal (frente a la cartelera de actividades) tenía la cerradura rota. Al ingresar notaron la falta de la pieza de madera que se encontraba sobre un pedestal de yeso. De inmediato se notificó del hecho al párroco, padre salesiano Antonio Mazza, quien se comunicó rápidamente con la Policía. 
Consultado por EL TELEGRAFO, Mazza indicó que “la estatua es una verdadera reliquia de Paysandú. Fue obsequiada por indios guaraníes hace muchos años, cuando la primera capilla estaba ubicada donde hoy es la Dirección de Turismo. Tiene aproximadamente unos 50 centímetros de alto y es tallada en madera”. 
El religioso aprovechó la oportunidad para pedir a los fieles “que se sumen a nuestras oraciones para que Dios toque el corazón de esa persona y pueda devolverla”. O bien “a quien se haya llevado la estatua o la persona que por cualquier motivo la pueda adquirir, que piensen que es importante para nuestra Iglesia y para Paysandú todo”.





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Nota extraída de:
El Telegrafo
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10 sept 2011

Una Fecha Patria... Que no es feriado...



meseta

La meseta de Artigas, acuarela de F. Vincent 
A unos 8 kilómetros de esta meseta se hallaba ubicada la villa de Purificación, Cuartel General del Protector de los Pueblos Libres. Museo Histórico Nacional, Casa de Rivera.


Los males de la guerra han sido trascendentales a todos; los talleres han quedado abandonados, los pueblos sin comercio, las haciendas de campo destruidas y todo el país arruinado. Yo ansío con el mayor ardor verlo revivir y sentiría mucho cualquier medida que en la actualidad ocasione el atraso…” 

Artigas al Cabildo de Montevideo, 2 de mayo de 1815



Con el objetivo de mejorar el estado ruinoso de la campaña el 10 de setiembre de 1815 Artigas, en Purificación, dio a conocer,  su célebre “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados”, aplicado entre noviembre de 1815 y setiembre de 1816, hasta la invasión portuguesa.


Origen y objetivos del célebre “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados”


En la última mitad del siglo XVIII, la situación general de la campaña oriental planteaba una serie de problemas que se concretaban en la discutida cuestión del “arreglo de los campos”. Al producirse la Revolución la situación de la campaña se agravó; sobrevino una crisis de la producción que afectó la organización económica, social y jurídica.
Durante el gobierno artiguista en la Provincia Oriental, los estancieros, directamente afectados por la situación existente, solicitaron al Cabildo Gobernador una ayuda inmediata. A esos efectos se celebró en Montevideo una reunión de gobernantes y hacendados donde se analizó el problema del arreglo de los campos y se aprobaron algunas iniciativas para presentar a la consideración de Artigas, el 11 de agosto de 1815. En conocimiento de estas disposiciones, Artigas suscribió y dio a conocer el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados” el 10 de setiembre de 1815.
Los propósitos del reglamento eran esencialmente económicos y, además, sociales y jurídicos. Los objetivos económicos procuraron recuperar el “stock” ganadero en merma y aumentar la producción; para ello se debía subdividir la tierra, poblar la campaña y fijar la población rural. Los fines sociales tendían a favorecer a los desposeídos y proteger la familia. Los fines jurídicos buscaban imponer el orden en la campaña exigiendo el trabajo, persiguiendo la vagancia y el delito.


Contenido del Reglamento de 1815


El análisis del Reglamento permite distinguir dos grupos principales de disposiciones:
a)    las que establecen una distribución de tierras y el fomento de la producción y
b)    las dedicadas al restablecimiento del orden interno.


Las disposiciones sobre la distribución de tierras establecían, para seleccionar las tierras a repartir un criterio preferentemente político. Debían elegirse entre tierras realengas y las pertenecientes a los enemigos de la Revolución, “emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallen indultados por el Jefe de la Provincia para poseer sus antiguas propiedades”.
La elección de los beneficiarios se haría teniendo en cuenta su posesión económica, organización familiar y condiciones de trabajo. “Los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la Provincia. Serán igualmente agraciadas las viudas pobres si tuvieren hijos y serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros y estos a cualquier extranjero”.
Estos beneficiarios recibirían tres clases de bienes: la tierra, ganado para poblarla y una marca para probar el derecho de propiedad. El Reglamento establecía que la tierra a entregarse tendría, en lo posible, aguadas naturales, linderos fijos y una extensión de 10.800 cuadras, con lo que cuadriplicaba la extensión de la tierra entregada en los repartimientos fundacionales hispánicos. En esa extensión podrían mantenerse en esa época alrededor de 3.700 vacunos que permitiría obtener unos 370 cueros por año. El ganado que se entregaría a los beneficiarios debería tomarse de los rodeos de animales orejanos o de las haciendas abandonadas de propiedad de los enemigos de la causa. Su captura y distribución estaba cuidadosamente establecida para evitar abusos o inútiles destrozos.
Todas estas prerrogativas y derechos estaban acompañadas de obligaciones paralelas: los beneficiarios sólo podrían recibir una suerte de estancia, no podrían enajenarlas o venderlas, y estaban obligados a poblarlas y trabajarlas. Se exigía específicamente la obligación de construir un rancho y dos corrales, la omisión o demora hacían caducar los derechos del beneficiario y la tierra volvía al dominio fiscal para ser distribuida. El agraciado debía poblar tierra y hacerla producir. El plan de distribución de tierras incluía en sí un programa de desarrollo de la producción.
Las disposiciones destinadas a consolidar el orden y garantir la seguridad de personas y bienes comprendían la creación de una fuerza represiva puesta a las órdenes del Alcalde Provincial y sus subalternos. Su misión era combatir vagabundos, delincuentes y desertores. Mientras los vagos se destinaban al Cuartel General de Purificación para incorporarlos al servicio de las armas, los delincuentes y desertores serían procesados por el Gobierno de Montevideo.


Aplicación del Reglamento de 1815


El Reglamento Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados, era un complemento necesario a la actividad política y militar de la Revolución Oriental, pero su aplicación presentaba serias dificultades. Por un lado la falta de colaboración de las clases privilegiadas, por otro la indiferencia de una masa rural que, en su gran mayoría, no había sido preparada para el trabajo disciplinado y la producción. En tercer lugar, los problemas materiales que planteaba la distribución de tierras en momento de incertidumbre política y exigencias militares. A pesar de todas estas dificultades, la investigación contemporánea ha podido comprobar que en los seis meses de aplicación del Reglamento, entre su creación y la invasión portuguesa de 1816, pudieron realizarse en distintas regiones de la provincia numerosas adjudicaciones de tierra entre familias humildes que manifestaron anhelos de trabajo. Más tarde los intereses de una minoría de grandes propietarios que vieron en él una amenaza, lo relegaron al olvido.


El Reglamento de Tierras puede comprenderse mejor situándolo en el momento político y militar (y no solo socioeconómico) en que fue redactado. A Artigas le preocupaba recuperar la economía de la Provincia Oriental y asentar la población, pero también le resultaba vital mantener la adhesión a la revolución de los estancieros orientales y sus hijos. Ellos eran la columna vertebral de las milicias con que contaba para su lucha con Buenos Aires, pero cada vez eran más los que abandonaban la causa. Si los estancieros pedían orden en la campaña, satisfacerlos era una condición para seguir contando con su apoyo. Las medidas para la "seguridad de los hacendados" que aparecen en el reglamento adquieren sentido en ese contexto de guerra.

Bibliografía:

Artigas, José- Reglamento de Tierras de 1815

Nahum, Benjamín. “Manual de Historia del Uruguay 1830-1903.”

Reyes Abadie, W. — Bruschera, O. — Melogno, T. “El ciclo artiguista” Montevideo. 1968.

Ribeiro, Ana - “Los tiempos de Artigas” - Ediciones diario El País - Set.1999.